Los extractos de plantas son preparados a base del resultado de la maceración de la planta escogida junto a un disolvente.
Mediante la maceración, la acción terapéutica de la planta (que se encuentra en los principios activos) se traspasa al disolvente. Este último consigue que su manipulación se realice con mayor precisión, lo que facilita su uso en las industrias cosméticas, farmacéuticas e incluso alimenticias.
¿Qué tipos de disolventes se emplean en la maceración?
Los disolventes más comunes son:
- Glicerina y agua.
En este caso, se emplean para el uso externo, en especial en cosmética gracias a su tono suave que no modifica el color natural de la piel. - Aceite.
Dos de los tipos de aceite que más se usan son el de oliva y el de almendras. El punto fuerte del aceite es su textura y aroma. Pero algunos principios activos no se traspasan tan fácilmente a este disolvente, por lo que debe tenerse un conocimiento sobre las propiedades específicas de la planta para saber si es apto. - Alcohol y agua.
El alcohol es uno de los disolventes más potentes. En su contra, tiene un olor predominante y puede llegar a causar irritaciones. Es por ello que siempre debe emplearse disuelto en agua. Su uso está completamente extendido.
Aplicación de los extractos de plantas
Dependiendo del extracto de la planta, se utiliza una parte distinta de esta: raíces, hojas, flores, cortezas…
Algunos de ellos pueden ingerirse y tienen beneficios en el organismo gracias a sus propiedades antiinflamatorias, antibacterianas, diuréticas, antioxidantes… y de otros tipos.
En cambio, en otros casos deben limitarse a su uso externo como antifúngicos, cicatrizantes, relajantes musculares, antiaceneicos, etc.
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